El ladrillo rústico, también conocido como ladrillo de taco o de tejar se realiza a mano, se seca al aire y expuesto al sol, y finalmente se coce en un horno de alfarería tradicional. Este ladrillo al carecer de procesos de mecanizado, propios del ladrillo de cara vista, por lo que nuestros ladrillos muestran un aspecto tosco, de caras rugosas y no muy planas con variaciones de color en los mismos lotes, lo que hace de él un excelente elemento de decoración en la construcción andaluza. La fabricación del ladrillo rústico comienza por la selección minuciosa de arcillas propias de la ribera del guadalquivir, que son amasadas de forma artesanal a cielo abierto sin ningún tipo de aditivos sintéticos, pero si naturales, como son la brizna de paja o cáscara de cereal que a veces pueden ir incluidos en la masa del ladrillo lo que redundará en una mayor naturalidad y plasticidad estética del producto final.

Una vez obtenido el barro y comprobada su consistencia, es volcado a mano en las gaveras donde se irá fila a fila rellenando los moldes, colmatarlos y enrasarlos a mano. Una vez hecho esto se retira el molde y se deja el barro fresco reposar en el suelo con su parte más ancha reposando en el suelo para un primer curado del barro por la acción del aire y el sol. Tras unos días, cuando el barro se ha secado ligeramente por la acción del aire y el calor del sol, se lleva a cabo el canteo. Los ladrillos son volteados y apilados unos sobre otros, colocándose de canto y espaciados, formando rieleras de forma que el aire les permita un mayor secado. Al cabo de unos días, son llevados al horno donde a mano se apilan y distribuyen por el interior del horno para permitir que el calor que las brazas generen en la parte inferior del horno se distribuya hacia las partes alta del horno. Con la esta exposición al calor se produce la cocción del barro. Quedando los ladrillos, tras su lento enfriamiento en el interior del horno, listos para su uso.